Fecha: Octubre 2025
Categoría: Salud
¿De qué trata? Un estudio revela cómo María Branyas, a sus 117 años, tenía un cuerpo biológicamente 23 años más joven.
Imaginar un cuerpo que desafía el paso del tiempo es material de ciencia ficción. Sin embargo, para María Branyas Morera, la persona más longeva del mundo hasta su fallecimiento, fue una realidad biológica. Un estudio pionero ha desvelado que, aunque su pasaporte marcaba 117 años, sus células “se sentían y se comportaban” como las de alguien 23 años más joven. Este descubrimiento no solo nos fascina, sino que abre una nueva ventana para entender el envejecimiento saludable.
El doctor Manel Esteller, jefe del grupo de Epigenética del cáncer del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, lideró un equipo de más de cuarenta investigadores para estudiar a fondo el caso de esta “supercentenaria”. Lo que encontraron fue una combinación excepcional de genética, hábitos de vida y una biología extraordinariamente resiliente.
Nacida en San Francisco, Estados Unidos, el 4 de marzo de 1907, de padres españoles, María Branyas se trasladó a Barcelona a los 8 años. Su vida no estuvo exenta de dificultades, pero su salud física y mental se mantuvo robusta. En enero de 2023, fue reconocida como la persona de mayor edad del mundo. Falleció mientras dormía el 19 de agosto de 2024, a la edad de 117 años y 5 meses.
Su rutina y hábitos son el primer indicio de su excepcional longevidad:
La propia Branyas atribuía su longevidad a una mezcla de “orden, tranquilidad, buena conexión con la familia y amigos, contacto con la naturaleza, estabilidad emocional, y mantener una actitud positiva”. Y añadía dos ingredientes clave: “suerte y buena genética”. La ciencia ahora confirma que tenía razón.
El equipo del Dr. Esteller realizó el estudio más exhaustivo hasta la fecha en una persona supercentenaria, analizando muestras de sangre, orina, heces y saliva. Los resultados, publicados en la revista Cell Reports Medicine, revelaron por qué su cuerpo envejecía de una manera tan distinta.
El hallazgo más impactante fue la discrepancia entre su edad cronológica y su edad biológica. Mediante el análisis de las marcas químicas de su ADN, los científicos determinaron que su reloj biológico genético era, en promedio, 23 años más joven. “Sus células se estaban comportando como si hubiesen tenido unos 94 años. Eran viejas pero no tanto”, explica el Dr. Esteller.
El análisis fue aún más sorprendente al estudiar su microbioma intestinal. La composición de sus bacterias digestivas se parecía a la de una persona menor de 21 años. Se encontró una notable abundancia de Bifidobacterium, una bacteria beneficiosa que suele disminuir con la edad y que es conocida por ayudar a reducir las respuestas inflamatorias en el cuerpo. Esto sugiere que su sistema digestivo contribuía activamente a mantener una baja inflamación general, un factor clave para evitar el envejecimiento prematuro.
Si bien en su familia no había otros centenarios, sí existían muchos miembros que alcanzaron los 90 años, lo que indicaba una predisposición genética. El estudio reveló que María Branyas no tenía un único “gen de la longevidad”, sino una combinación de múltiples factores genéticos:
El Dr. Esteller lo resume así: “Sus genes le dieron un plus para vivir mucho más tiempo. Pero fue lo que hizo ella después con su vida lo que le dio esos casi 30 años más de supervivencia”.
Otro de los descubrimientos más relevantes fue su metabolismo lipídico, calificado como uno de los más eficientes jamás reportados. Sus análisis de sangre mostraban:
Esto se traducía en unas arterias libres de depósitos de placa, protegiéndola de enfermedades cardiovasculares. Además, sus niveles de azúcar eran bajos, previniendo el riesgo de diabetes tipo 2.
Los propios investigadores reconocen que, al tratarse de un estudio sobre una sola persona (N=1), las conclusiones deben tomarse con cautela y no pueden generalizarse a toda la población sin antes realizar estudios con cohortes más grandes.
Sin embargo, el caso de María Branyas es una hoja de ruta invaluable. Demuestra que el envejecimiento no tiene por qué ser sinónimo de enfermedad. Por primera vez, los científicos pueden empezar a diferenciar los factores biológicos asociados a una longevidad saludable de aquellos ligados a las enfermedades de la vejez.
La vida de María Branyas nos deja una lección poderosa: si bien la genética y la suerte juegan un papel, nuestras decisiones diarias —una dieta saludable, una mente activa, relaciones sociales fuertes y una actitud positiva— son fundamentales para construir una vida larga y, sobre todo, saludable.
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