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La neumonía es una infección que puede originarse en uno o en los dos pulmones, más concretamente en los sacos aéreos que se encuentran dentro de estos órganos. Dichos sacos, también conocidos como alvéolos, son los encargados de realizar el intercambio de gases entre la sangre y la atmósfera. Gracias a este proceso, el organismo es capaz de obtener el oxígeno y expulsar el dióxido de carbono de la sangre para así mantener el correcto funcionamiento de todas las células.
Cuando esta infección se desarrolla en el organismo de una persona, logra llenar los sacos aéreos con material purulento como, por ejemplo, pus o líquido. Esto es algo que provoca ciertos síntomas de la neumonía que van desde la tos con flema hasta fiebre, escalofríos y hasta incluso dificultad para respirar.
Esta enfermedad se puede presentar en un nivel suave hasta uno más complicado donde incluso podría significar la muerte del individuo si la misma no es tratada. Este último caso suele generarse principalmente en bebés, niños pequeños, adultos mayores a 65 años de edad y personas con un sistema inmune débil o con cualquier otro problema de salud.
La neumonía puede darse por distintas causas, razón por la cual esta enfermedad se divide en los siguientes tipos según sea la forma de aparición de la misma:
Dentro del grupo de las neumonías infecciosas se encuentran ciertas infecciones tales como:
Este tipo de neumonía en concreto es causada por bacterias y produce una infección muy grave en los pulmones. La misma desarrolla síntomas como fiebre, tos con flema y dificultad para respirar. Generalmente suele aparecer luego de un resfriado o una gripe de las que no se curan o de las que empeoran con el pasar del tiempo.
Es una hinchazón del tejido pulmonar que ocurre por una infección por un virus. En la mayoría de los casos se presenta en niños pequeños y adultos mayores o personas que tienen un sistema inmune debil, cómo las infectadas con VIH/sida o las que hayan tenido un trasplante de órgano.
El hongo Pneumocystis jiroveci es el principal responsable de la neumonía contraída por hongos. A pesar de que este hongo es muy común en el medio ambiente, son pocas las veces que provoca una enfermedad a las personas sanas. Sin embargo, al igual que en las otras neumonías, aquellos individuos con un sistema inmune débil tienen más posibilidades de adquirir esta enfermedad.
Esta clase de afección ocurre cuando los parásitos llegan tanto al tracto respiratorio como a los pulmones por medio de la sangre. Estos parásitos se quedan de forma temporal en los pulmones, donde colocan una serie de huevos que empiezan a causar ciertos síntomas de la neumonía entre 9 y 12 días después de su ingestión. Entre estos síntomas se encuentra la tos irritativa, fiebre y dificultad para respirar.
Esta infección pulmonar es muy parecida a la neumonía común, pero la enfermedad en sí es menos grave y los síntomas son más leves. La misma puede ocurrir en niños mayores de 5 años, adolescentes y adultos. Se puede detectar a través de señales como dolor de cabeza, fiebre, tos seca y dolor de garganta.
Como bien lo indica su nombre, este tipo de neumonía genera una infección en los pulmones cuando la persona aspira o inhala alguna bacteria, hongo, parásito o virus en su comunidad o lugar de residencia.
En este caso en particular, la infección en los pulmones se origina como una complicación en aquellos individuos que estén intubados con una ventilación mecánica. Dicha ventilación consta de un dispositivo de respiración artificial que se utiliza para ayudar a respirar a las personas que están en coma o en cuidados intensivos.
Esta enfermedad es una de las complicaciones más graves de la neumonía. Esto se debe a que causa síntomas muy fuertes como dolores musculares, tos seca y dificultad para respirar. Además, no existe un tratamiento para curar esta infección por completo, por lo que la persona infectada sólo podrá recurrir a cuidados de apoyo.
En este otro grupo de neumonías se encuentran las que pueden ser provocadas por gérmenes infecciosos o no infecciosos como:
Generalmente la neumonía aspirativa suele ser causada por la inhalación de las sustancias tóxicas que se encuentran en el contenido gástrico. Por esa razón, esta enfermedad es muy común entre las personas que tienen problemas para tragar o que padezcan de alguna enfermedad que genere una irritación en el esófago.
Esta infección crea una acumulación de grasas en los sacos aéreos de los pulmones. La misma se produce cuando la persona inhala ciertas sustancias grasas como, por ejemplo, las gotas nasales con base oleosa. Así que esta enfermedad puede ser muy común en las personas que utilicen dicho producto con frecuencia.
Es una enfermedad que origina una inflamación en los pulmones como consecuencia del aumento de producción de un glóbulo blanco conocidos como eosinófilos. Este aumento puede darse a raíz de un hongo, parásito o hasta incluso por un medicamento como los antiinflamatorios no esteroideos (como la aspirina o el diclofenaco).
Este tipo de neumonía además de causar una inflamación en los pulmones que afecta a los sacos aéreos, también es capaz de provocar una infección en los conductos de estos sacos y en las vías de los bronquios.
Finalmente, el último grupo de los tipos de neumonías está compuesto por:
Es una irritación de los pulmones producida por la inhalación de sustancias tóxicas de uso casero o industrial como, por ejemplo, la gasolina o el queroseno. Esto es algo que genera varios síntomas como el ahogo y la tos.
La neumonía ataca al organismo bajo los siguientes mecanismos:
Los síntomas de la neumonía en adultos y ancianos suelen ser más fuertes como consecuencia de la edad de la persona y el estado de salud en general de la misma. Estos son:
Los síntomas anteriormente mencionados son muy similares a los de una gripe o un resfriado. Sin embargo, el tiempo de duración de los mismos es mucho mayor que en dichas infecciones.
La neumonía viral comienza a desarrollar sus síntomas de forma lenta durante varios días y pueden afectar tanto a niños como a adultos. Sus síntomas son:
En algunos casos estas señales podrían ser distintas en los adultos mayores de 65 años de edad, ya que además de sentir dolor podrían sentirse algo confundidos.
Este tipo de neumonía suele empeorar entre los primeros 4 y 6 días después de adquirir la infección, pero luego mejora al cabo de 4 o 5 días. No obstante, es importante aclarar estos síntomas necesitan de algunos días de más para poder desaparecer por completo. Entre ellos se destacan los siguientes:
Es de suma importancia recurrir a un médico en caso de que estos síntomas se manifiesten de forma frecuente. Sobre todo, si la enfermedad ataca a niños menores de 2 años o a adultos mayores de 65 años de edad. Así como también a aquellos que reciban quimioterapia, tomen algún medicamento que debilite el sistema inmune o que tengan alguna infección que no haya sido diagnosticada hasta el momento.
Por lo general, la neumonía en sí no es contagiosa sólo con estar cerca de una persona infectada. Sin embargo, las bacterias y los virus que originan esta enfermedad y que atacan al tracto respiratorio superior si pueden pasar de un huesped a otro a través de ciertos mecanismos.
Con esto podemos concluir que una persona puede contagiar a otra si esta tose o estornuda cerca de ella. Esto ocurre porque los virus y las bacterias se alojan en los líquidos, la boca y la nariz de la persona infectada, por lo que pasarían hasta el otro individuo a través del aire. Además de esto, cualquier pañuelo, vaso o cubierto que utilice el infectado podrá contagiar a alguien más.
Por ello, es realmente muy importante no estar cerca de personas con neumonía, sobre todo los niños pequeños, ya que estos tienden a contagiarse con mayor facilidad.
Los factores de riesgo más comunes que tienden a ser un factor clave para el desarrollo de la neumonía son los siguientes:
En algunos casos la neumonía tiende a desarrollar ciertas complicaciones a pesar de que la persona esté bajo tratamiento. Dichas complicaciones son:
Esta complicación de la neumonía es una de las más graves de todas porque causa ciertos problemas de salud muy complicados. Entre estos problemas se encuentra la caída de la tensión arterial, daños en algunos órganos, taquicardia y bajo nivel de conciencia. Generalmente suele presentarse cuando una persona adquiere esta enfermedad por alguna bacteria.
Posiblemente el infectado tenga problemas para inhalar una cantidad suficiente de oxígeno si padece de una neumonía grave o de cualquier otra enfermedad crónica que afecte a los pulmones. En muchos casos es necesario hospitalizar a la persona y colocarle un respirador artificial para ayudarla a respirar hasta que se sane por completo.
Esta complicación en concreto causa una llaga llena de pus en una cavidad en el pulmón. Para eliminar este absceso se puede recurrir al uso de antibióticos. Sin embargo, no siempre dará el resultado esperado, por lo que la persona tendrá que someterse a una cirugía o acudir a un especialista para que le realice un drenaje con una aguja larga que extraiga el pus.
Cuando se desarrolla la neumonía, esta es capaz de crear una acumulación de líquido en el pequeño espacio que se encuentra entre la cavidad torácica y las capas de tejido que cubren los pulmones. Si este líquido se infecta, será necesario realizar una cirugía para extraerlo.
En algunos casos, las bacterias que provocan la neumonía pueden llegar hasta el torrente sanguíneo a través de los pulmones. Cuando esto ocurre, se propaga una infección hacia el resto de órganos, lo cual puede causar una insuficiencia en los mismos.
Para diagnosticar la neumonía lo primero que hará el doctor será examinar a la persona afectada para detectar cualquier tipo de anomalía que pueda ser un claro indicio de esta infección. Durante este proceso se realizará una exploración en donde se estudiarán distintas partes del organismo como, por ejemplo, los pulmones.
En caso de que el especialista sospeche que el individuo pueda presentar neumonía, le sugerirá algunos de los siguientes exámenes:
Por otro lado, en algunos casos las personas mayores de 65 años de edad necesitan de otros tipos de exámenes. Así como también aquellos individuos que tengan síntomas graves, estén en un hospital o que padezcan de otras enfermedades.
Dichas evaluaciones son:
Para tratar la neumonía muchas veces se debe hospitalizar a la persona, en especial si se trata de una persona de la tercera edad, así como también aquellas que tengan síntomas graves, padezcan de alguna otra enfermedad crónica o que su sistema inmune esté débil.
El tratamiento en sí para esta enfermedad está basado en antibióticos, a excepción de las neumonías que son causadas por un virus. En los casos más graves, se le administrará oxígeno e hidratación al individuo, al igual que otros tratamientos especiales para mejorar el proceso de respiración.
Para prevenir la aparición de la neumonía es fundamental seguir al pie de la letra los siguientes consejos:
Afortunadamente hoy en día existen varias vacunas que sirven para prevenir la gripe y algunos tipos de neumonía. Así que lo más recomendable es dirigirse a un médico para obtenerlas y así evitar que esta enfermedad se desarrolle en un futuro.
Antes de eso, es importante que la persona revise el estado de sus vacunas junto a su médico de confianza. De esta forma podrá saber si ya cuenta con estas vacunas o si necesita renovarlas.
Como anteriormente lo mencionamos, es vital dejar el tabaco, ya que es uno de los principales factores de riesgo de la neumonía. Esto sucede porque este producto ataca a las defensas naturales del cuerpo, debilitándolas y haciéndolas incapaces de proteger a los pulmones de las infecciones respiratorias.
Para evitar la aparición de cualquier tipo de infecciones respiratorias es vital mantener una buena higiene. Por ello se recomienda conservar la higiene bucal y lavarse las manos con agua y jabón o desinfectarlas con algún producto especial para ello.
Tener una vida saludable es un factor clave para evitar las enfermedades de todo tipo, incluyendo la neumonía. Para ello se aconseja dormir suficiente, llevar una dieta balanceada, reducir el consumo de alcohol y practicar una rutina de ejercicios diaria.