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¿De qué trata?
Rubén y Korina, adultos mayores LGBT+, comparten su historia y crean un refugio para que otros no envejezcan en soledad.
Durante el Mes del Orgullo, la historia de Rubén Zamarripa y Korina Corona resuena con fuerza. Él, un hombre homosexual de 75 años; ella, una mujer trans de 61. Ambos enfrentaron violencia, persecución y discriminación durante décadas en la Ciudad de México. Hoy, con el paso del tiempo a cuestas, insisten en algo claro: envejecer siendo LGBT+ sigue siendo complicado.
La soledad, el rechazo familiar, la ansiedad, la depresión y la falta de espacios seguros son solo algunas de las dificultades que mencionan las vejeces de la diversidad sexual. Para responder a esta deuda histórica, Rubén y Korina crearon Pintando Arcoíris, un espacio-refugio donde las futuras generaciones de adultos mayores LGBT+ puedan envejecer con dignidad.
Korina recuerda con dolor los años de represión: “Era llegar al Monumento a la Revolución y saber que los granaderos esperaban la mínima provocación para gasearnos. A mis amigas trans las levantaban en la Zona Rosa y muchas ya no salieron de Tlaxcoaque”.
Durante los años de la Guerra Sucia, el entonces Distrito Federal se convirtió en un campo minado para quienes vivían abiertamente su identidad de género u orientación sexual.
Rubén y Korina sobrevivieron. Pero no olvidan. Y por eso trabajan ahora para que otros no vivan sus últimos años en el olvido, la pobreza o el miedo.
A pesar del avance en derechos civiles y del reconocimiento social, las personas mayores LGBT+ siguen siendo una minoría vulnerable. Muchos no cuentan con pensiones, ni redes familiares, ni viviendas adecuadas. Además, enfrentan discriminación en centros de salud y residencias.
Por eso, espacios como Pintando Arcoíris son más que simbólicos: son una forma de reparación.
“No queremos morir encerrados ni con vergüenza. Queremos visibilidad, respeto y compañía”, dice Rubén con firmeza.
En este Mes del Orgullo, su historia recuerda que la lucha por la igualdad no terminó con el matrimonio igualitario, ni con la Marcha del Orgullo. También se libra en los pasillos de los asilos, en las salas de espera de los hospitales, y en las cocinas donde muchos adultos mayores LGBT+ enfrentan la soledad.